Después de ver las diferencias entre los relatos míticos y las explicaciones racionales pasamos a la tercera actividad del proyecto donde a partir de la elección de la muerte trágica de un soldado hemos intentado acercarnos lo más posible a la mitología griega.
Imaginad que es el propio Homero el que os cuenta esta historia, ambientada en la guerra de Troya, en medio de una gran fiesta popular en el centro de la antigua Grecia.
Pasen y lean…
Siglo XII a.C, las espadas de los soldados griegos han probado la sangre de miles de poblaciones enemigas, ahora, conquistadas. El rey Agamenón, en su afán de dominar definitivamente todo el mar Egeo, decide zarpar a Troya con más de 100.000 hombres a su disposición. Para ello, aprovecha la ofensa causada por Paris contra su hermano Menelao: huir con Helena a su ciudad natal, Troya.
Antes de poner rumbo a tierras enemigas, Agamenón realiza una consulta al consejo de sacerdotes de Ares, el dios de la guerra. Las previsiones son totalmente favorables, ya que la deidad bélica ha favorecido a cada uno de los soldados de su magnánimo ejército con la fuerza física y espiritual necesarias para afrontar el encuentro. Además, la diosa Atenea les ha aportado la astucia y la sabiduría para que sean capaces de construir una buena estrategia.
Por otra parte, los troyanos, despreocupados de la situación, se dedican a realizar fiestas en honor a su máxima deidad: Apolo, el dios del Sol. Motivados por los múltiples rituales en su honor, el nivel de creación artística y el ámbito de la medicina ha mejorado en la ciudad.
Es entonces cuando uno de los guardias apostados en una de las torres de las grandes murallas de Troya, divisa en el horizonte un mar de velas blancas. Se alerta a la población y se prepara una avanzadilla liderada por Arkantos, uno de los guerreros más fuertes y astutos de Troya.
Aquiles y los mirmidones desembarcan en la playa, es entonces cuando las tropas troyanas se lanzan a la carga: la escaramuza ha comenzado. Inmerso en el fragor del combate, Arkantos comienza a sentirse mal, como consecuencia del brebaje bebido en honor a Apolo durante la noche anterior. Es entonces cuando un inexperto soldado griego, aprovecha la situación para empalar a Arkantos quien logra esquivar en su mayoría la lanza, pero cae el suelo y se golpea contra un escudo. Con este trágico fin, los troyanos retiran a su valeroso capitán del combate y lo llevan de vuelta a la ciudad. Por otra parte, los griegos sacrifican un cordero en honor a Ares por la victoria.
Arkantos se recupera de sus heridas de forma inmediata, gracias a las continuas oraciones y rituales realizados por los sacerdotes de Apolo.
Una sombra se cierne sobre la ciudad de Troya: los griegos han comenzado el asedio total, utilizando trabucos y balistas bañadas con sangre de caballo, a fin de que derriben las murallas.
El rey Príamo ordena el contraataque, liderado otra vez por Arkantos. El ejército griego recibe la acometida de lanzas y flechas troyanas, aunque no sirvan de nada, ya que Ares ha favorecido de nuevo al ejército de Agamenón: las piedras catapultadas por los trabucos han abierto brecha en la muralla, causando el terror entre las filas troyanas. Arkantos, envuelto en una nube de polvo, recibe el impacto de una flecha en su pecho, provocándole una sensación de dolor interminable.
Los pocos soldados troyanos que permanecen en el campo de batalla, huyen despavoridos. El rey Príamo convoca una reunión con sus sacerdotes, en la cual llegan a la conclusión de que el rey de la guerra está descontento, molesto por la poca atención que le han prestado. De nada han servido las fiestas pomposas en honor a Apolo.
Es hora de bajar del Olimpo y poner los pies en la Tierra.
Por una parte, en el primer encuentro entre el ejército de Agamenón y los troyanos, Arkantos resulta herido debido al golpe sufrido por la caída provocada por uno de los griegos. En el mito este hecho se le atribuiría al poder de Ares, que ayuda Agamenón, y al que incluso los griegos le ofrecen un cordero sacrificado como muestra de agradecimiento. No obstante es pura coincidencia que el inexperto soldado consiguiese alcanzar a Arkantos y que éste se desplomase.
Por otro lado, ya en el segundo enfrentamiento, las piedras catapultadas por los trabucos de los griegos y el impacto de una de sus flechas en el pecho de Arkantos, provocan el desfallecimiento del troyano. Toda esta serie de acontecimientos se produce gracias a la multitud de recursos y a la espléndida preparación física del ejército de Agamenón, y no como consecuencia de los rituales y ofrendas al dios Ares y a Atenea, diosa de la sabiduría y la astucia en la mitología griega.
La herida en el pecho fruto del impacto hace que Arkantos comience a sentir un fuerte dolor y que se le empiece a producir una hemorragia. A causa de esta pérdida de sangre posiblemente entraría en shock hipovolémico que posteriormente causaría la muerte del soldado.
Ahora sabemos que como primeros auxilios lo adecuado sería presionar directamente para cohibir la hemorragia y más tarde realizar una transfusión de sangre.
Sin embargo, Arkantos se quedó sólo en el campo de batalla, muriendo lentamente debido únicamente a la huida de sus compañeros y a los pocos avances en medicina de la época, que seguramente hubiesen resultado mucho más poderosos que cualquier ser inmortal.